Había una vez un hombre que era muy buen arquero. Podía disparar una flecha, dar en el blanco y luego, con otra flecha, partir la primera en dos. Iba de pueblo en pueblo mostrando su habilidad, y todos le admiraban y le aplaudían, porque nunca habían visto nada parecido. Un día, llegó a una pequeña aldea, disparó una flecha con su arco y todo el mundo le ovacionó… Pero cuando todos acabaron de aplaudir, se oyó una voz al fondo del público: “¡Bah, es solo cuestión de práctica!”.
El arquero oyó aquello y le molestó, pero siguió adelante. Tomó otra flecha, la lanzó, partió la primera por la mitad y todo el mundo volvió a gritar: “¡Bravo, bravo, bravo!” Y volvió a escucharse la misma voz: “¡Bah, es solo cuestión de práctica!”.
Cuando terminó el espectáculo, el arquero estaba muy enfadado. Ahí estaba él, mostrando su gran habilidad y aquel hombre no hacía más que decir que solo era cuestión de práctica. Así que se dirigió hacia el fondo del público y encontró a aquel hombre. Éste llevaba un palo de bambú del que colgaban dos tinajas de aceite, una delante y otra detrás, y estaba tratando de vender aceite.
El maestro arquero le dijo: “¿Cómo te atreves a decir que es solo cuestión de práctica? ¿Qué haces tú? Vendes aceite. Pero fíjate en mí. La gente viene a verme desde muy lejos porque tengo una puntería buenísima”. El hombre del aceite miró al arquero y dijo: “¡Bah! Es solo cuestión de práctica. Ahora te mostraré algo”.
Puso sobre la boca de una botella una moneda que tenía un agujero en el centro, tomó una de las tinajas y empezó a echar aceite en la botella a través del pequeño agujero sin derramar ni una gota. Luego se volvió hacia el arquero y le dijo: “Ahora prueba tú”. Y el arquero ni siquiera lo intentó; comprendió que era una cuestión de práctica.
Autor: Prem Rawat
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